lunes, 11 de septiembre de 2017

Primer Aguinaldo en diez años

Hoy me llegó una noticia loca, acerca de la bonificación de septiembre, primera que recibiré desde que trabajé en el call center en 2007.
Es una alegría porque me estaba tomando demasiado relajadamente el sueldo, y se iba a empezar a notar...
El fin de semana estuve en Santiago, viaje en un auto compartido el viernes, muy grata experiencia, y luego me alojé donde Maca. El sábado en la mañana me junté temprano con Ceci. La vi bien, sólida, estable, me encantó sentir que está desentendida de los rollos.
Me fui luego a comprar lanas al centro, y de ahi  a estación Cementerios, donde me junté con C.G. mi primo lejano, encontrado por las virtudes de la internet. Me cocino un arroz basmatí aromatizado con un guiso tai de pollo.... maravilloso, conversamos de lo humano y lo divino por horas. Fue una experiencia muy iluminada. Mucho muy, yo esperaba una cosa, y salí con un regalo de sabiduría inesperada.
Esa tarde cuando llegué a casa de mi hermana de vuelta, Luca vio las lanas que compré y se interesó porque le teja un chaleco. Comimos Tequeños y el domingo temprano tomé bus a Valparaíso. El viaje estuvo acontecido con un compañero de viaje inesperado, que me alteró un poco.
Un hombre sesentón, que participó en el movimiento socialista de los setenta y ochenta, y que cumplió cuatro años de cárcel en esos años. Que quería mi número y al que le negué tajantemente una labor de lana que tejí mientras lo oía contarme historias de sus cuatro hijas, y de sus mujeres, y de su vida.
Me ofrecía un hijo. 
Qué dolor que los hombres no entiendan que eso no es un tema para una persona como yo, que mi teléfono es mio, para dar el número a quien yo escoja y no a quien insista simplemente. 
Justo se pinchó la rueda del bus, y nos cambiaron a otra máquina, entonces me senté sin él, y al bajar del bus me perseguía (leyó mi nombre en mi carnet cuando compre unos cuchuflis) y me siguió hasta que le dije adiós a la cara. Yo iba corriendo a almorzar con mi abuela, que se celebraba sus ochenta en el Club de oficiales, entonces tampoco quería llegar tarde. Me dejé rara la situación.
El almuerzo estuvo rico, compartimos varios primos, con mis abuelos así que mi abuela estaba contenta. Le regalé una novela de una india, que encontré para ella en la Feria Chilena del Libro.
Ahora estoy leyendo Misión Olvido, de María Dueñas y se la mostré a mi abu, pero no captó que la había pedido en la biblioteca. Le entusiasmaba leerla, a ver si se la consigo para Navidad.
Desde el Club nos fuimos un rato al departamento de mi abuela, comimos un trozo de torta y un agua de hierbas, jugamos tren mexicano y nos reímos con mi tía y prima.
Pasé a dejar a mi hermana a su casa, acompañando a papá, y me enteré de que hoy compró su primer automóvil, y luego invité a un chocolate caliente a papá, que tenía una pena por lo de su familia extensa.
Pasamos luego a buscar a mamá y volvimos a eso de las nueve al pueblo, a descansar, para comenzar a rendir esta semana previa a las celebraciones del dieciocho.
Cariños a quien lea esto,
BSS 


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