sábado, 27 de septiembre de 2014

Chocolate derretido y vuelto a congelar.

Ha pasado un mes desde que escribí la última vez, o casi, y no ha sido porque no haya tenido tema, o ganas, sino que la mayoría de las navegaciones por internet ahora las hago por teléfono, y aun no aprendo a bloggear desde el celular. 
Fui. Volví. Amé. Amo. Seguiré amando. En paz.
Ése es el resumen de estos dos meses intensos. Desde el primer día de septiembre trabajando en la empresa donde trabaja Papá. Un poco complicada a veces por lo que significa ser la secretaria del propio padre. Pero por ahora, necesito la plata, la experiencia y la motivaciones.
Eso no quitó que viajara a la playa la segunda semana de septiembre. Fue rico, mágico. Tuvo sus bemoles. Sin embargo ¿qué aventura no los tiene en la vida? Verle después de casi un año, fue lo mejor. Es real. Lo que tenemos es real. No durará para siempre sin embargo. Así lo siento, y me dolió darme cuenta, pero ya llevo algunos días sin acordarme tanto de él, y me alivia pensar que así es.
Él me llevó tanto chocolate, y resulta que termino definiendo mi cuento con él como mi cuento con el chocolate. No puedo comer chocolate todos los días. Ni a cada rato. Ojo que este año el paseo fue mucho mejor. Discutimos menos, nos quisimos mejor. 
A la vuelta, la vida ha sido cotidiana. Volví a viajar por las fiestas de septiembre, y no nos vimos. Me contó que había botado el tejido que se me quedó en su auto. Fue un mal chiste en tres tiempos, primero me preguntó si había tejido en el viaje de vuelta. Luego me di cuenta y me dijo que su auto era triángulo de las Bermudas de las cosas perdidas. Luego me explicó que botaba todo lo ajeno del auto. Entonces no pude menos que sentir rabia. Pero no suelo guardar rabia. Así que apliqué distancia. Faltan unos días para que me paguen mi primer mes de sueldo, como recibí un adelanto, y no trabajé todos los días, no sé cuánto recibiré pero lo que sea ¡Bienvenido!
El otro día me trajo del gimnasio C. Dudo que alguna vez lea éstas entradas, pero qué hacer cuando se tiene corazón de alcachofa y se quiere a cada hoja con cariño y sabor equivalentes...
La conversación fue fluida como cuando esa primera mañana de locura me tiré en el pasto a mirar como ayudaba a sostener un árbol, y se inició mi fling. Él, "el gerente" me sugirió que mejor me pusiera de pie a ayudarlo cuando le pregunté si podía mirar.
En fin. Cariños a él y su mujer. Ya en algún momento volveremos a comer Chocolate M y yo.
BSS 

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