Yo: la intelectualoide.

Hace unos días atrás, hablando con un amigo, me di cuenta de que aunque yo le caigo super bien, a él le carga mi versión escrita de mi misma. Y me dio una risa extrema. Juro que me pareció notable que alguien pudiera decirme que cuando escribo en mi blog me disparo en los pies. ¿Por qué? ¿por que ofrezco un producto gratuito a quien quiera leerlo?

Existe un morbo en todo esto, de mi parte, y de parte de quien desee leer algo de lo que escribo. Y no critico ese morbo. Yo también a veces sigo los avances de gente que me importa a través de sus blogs. Desconocer ese dato, sería mentir. 

Yo no estoy de acuerdo con que todas las lecturas deban ser pagadas. Tampoco estoy de acuerdo con las amistades condicionadas, o la rigidez mental. A eso, me he referido en la vida con plasticidad moral. No es intelectualismo. En todo caso, en general mi lenguaje se presta para creer que soy una comelibros que se jura comehombres. Ninguna de las dos. No me juro nada. Si soy un tanto egocéntrica, e insegura. Son defectos que cual más cuál menos, debo aceptar. Algo tiene que tocarnos a todos...¿No?

En todo caso, el blog lo escribo para soltar la perilla del aire a presión. Para decir cosas que no puedo decir en voz alta, pero que espero hacer llegar de un modo u otro a su destino. Al que no le guste que desconecte, y al que prefiera un café conmigo que mis líneas, deje el blog, me llama, me escribe, y vamos por un café, también amo el café.