Me gusta la música, ahora mientras oigo un tema por primera vez, con un ritmo alucinante, pienso en que falta una semana para el cumpleaños de mi sobrino, y que esta semana es fin de mes.
Afuera hay un sol tibio, y mi compañero de escritorio está entrevistando a los jóvenes que asumirán el rol de ayudantes profesionales del proyecto.
Ha pasado un día y el título de la entrada se me ha escapado, pero continúo el relato. Ayer me llegó una oferta de un arriendo en el viejo barrio de Recreo. Y lo pienso y no me convenzo, sin embargo sé que en algún momento tengo que despegar y venirme a Viña o Valparaíso. Por tantas razones, y tan poco relevantes. Para dormir un poco más sin temor a llegar tarde, para cumplir mi promesa de independencia, y para poder gozar más de los tiempos libres.
Todo el panorama cambia cuando te enfrentas a decisiones que parecen triviales sin serlo.
Extraño a Ale, a Marcela, a Myriam. Mis grandes imponderables de Concepción.
La vida acá aun transcurre con poca trascendencia, y a veces no tengo más que a mi madre para contrastar las decisiones más básicas. A producir, me concentraré en alguna tarea de escritorio, y te contaré cómo me va más adelante.
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